lunes, 5 de septiembre de 2011

Triste verdad, cruel sueño.

Desperté sudando y con miedo, eran las 4:00 a.m, una gota de sudor cayó en mi mano, había sido el sueño más horrible en mi corta vida.
-¿Será real?-dije comenzando a llorar
Encendí mi lampara y busque desesperada ese peluche que me había regalado.
-¿Será real?-dije al peluche abrazándolo con fuerza-Espero que no-
Las lágrimas no dejaban de cesar, me dolía la cabeza y el hombro por lo consiguiente, intente salirme de la cama pero un inmenso dolor de espalda se apodero de mi y me tumbo de nuevo.
-Eso fue solo un sueño-dije calmándome
Intente sentarme y lo logré, avancé con dolor hacia el apagador, logre encender la luz y me observe en el gran espejo...
-Duele-dije casi en susurro
Descubrí mi brazo y parte del hombro, estaba completamente morado y con apenas un roce dolía demasiado, era un dolor incontrolable, ni las pastillas podían detener el dolor.
Recordé la pesadilla y mi dolor incremento, miré a mi oso y como si realmente me fuera a escuchar le platique mi problema.
-¿Por qué nos abandono así?-dije sin esperar respuesta-¿Qué le hicimos?-
No sabía que hacer...El dolor no disminuía, mis pensamientos se centraban solo en esas letras que describían perfectamente todo, ahora todo tenía sentido.
-Solo lágrimas al cielo, solo yo sabré cuando me detendré y saldré adelante-
Las imagenes de la pesadilla me hacían estremecerme, de momento recordaba la sangre y su mirada en mi, su voz se hacia más suave y su sonrisa más forzada, no podía hacer nada, mis ojos no dejaban de mirarlo, gritar su nombre hasta sentir que no puedes mas.
-Ricardo, Ricardo-
Pero ni con esos gritos de una pobre niña enamorada lo harían regresar a mi, el muerto estaba, había muerto cuando el ya estaba muerto, que ironía.
Me recoste abrazando al oso y aguantandome el dolor pensé que por algo habían pasado las cosas, el me había protegido, había dado su vida por mi y yo fui una tonta egoísta al creer que se había ido por no haberlo amado lo suficiente.
Una triste verdad, al descubrir que todo lo que tenía con el, ya no era mio y que el había perdido por su ambición de fortuna.
Un cruel sueño al ver como las balas atravesaban su piel y gritando su nombre jamás regresaría a mi, la sangre salpicada en mi rostro y su cuerpo en el suelo fue lo que me hizo pensar la forma en la cual dio la vida por protegerme.
¿Odiarlo? Lo amo con mayor fuerza, le debo agradecer lo que hizo por mi.
Te amo Ricardo.

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